La cascada. 1910
Óleo sobre lienzo / 116,2 x 150,2 cm
Esta obra fue una de sus últimas composiciones. Se incluye dentro de sus inconfundibles escenas selváticas a gran escala por las que alcanzó notoriedad en el siglo XX.
HENRI ROUSSEAU, EL ADUANERO
Pintor autodidacta francés nacido en Laval, a orillas de Mayenne, en 1844. Su vida artística comienza tarde. Trabajó en la oficina municipal de recaudación de arbitrios de París, de ahí su apodo, aunque nunca fue aduanero. Se jubila en 1885, y es entonces cuando se dedica de forma plena a la pintura. Ese mismo año, con ya cuarenta y un años, expone en el Salón de los Rechazados en 1885. Un año antes se le había concedido un permiso para hacer copias en los museos estatales por mediación del pintor académico Clément. A partir de 1886 se convierte en asiduo en el Salón de los Independientes.
Carecía de formación artística, pintaba de forma instintiva, sin ninguna influencia por parte de normas académicas, modelos o teorías.
LA RELACIÓN CON SUS COETÁNEOS
“Rousseau, el legendario, el maestro: de haber poseído dotes de pintor, de haber sabido dibujar, su ingenuidad y su ardor lo hubieran convertido en hombre genial. De todas maneras, estos inexpertos, estos torpes que provocan la risa, tienen lo que falta a sus admirables compañeros: la fe y la ingenuidad” Alfred Jarry
La mayoría de los pintores y críticos de la época apreciaban la novedad, pero censuraban su falta de formación y conocimiento técnico. Recibía la burla de sus coetáneos, aunque ajeno a ello, aspiraba a ser un gran artista.
“Nosotros somos los pintores más grandes de las época – le dijo a Picasso en el banquete que este ofreció al Aduanero en 1908 -, tú en el género egipcio y yo en el moderno”
“Para él, la naturaleza es cada día un acontecimiento nuevo cuyas leyes ignora”, Wilhelm Uhde, su primer biógrafo
SU PINTURA
• Su obra constituye la primera muestra de la pintura “naif”, donde el autor capta los objetos sin aproximación realista ni reflexión intelectual, con ingenuidad y espontaneidad.
• La pintura es jovial, de vivos colores, regida por la fuerza de su vital fantasía.
• Ignora los esquemas clásicos de composición, con una interpretación libre de la perspectiva o, en muchos de los casos, con la ausencia total de la misma.
• No hacía distinción entre lo que veía de los objetos y lo que sabía de ellos. En sus cuadros la perspectiva aérea se limita a una esquemática disminución de la intensidad del tono en las formas situadas al fondo.
• La ineptitud para el dibujo de Henri Rousseau se contrapone con su talento colorista. En sus cuadros de selvas se cuentan hasta cuarenta verdes diferentes aplicados con gran rigor.
TEMÁTICA
• Escenas suburbanas. Lugares de su vida cotidiana.
• Temas alegóricos y fantásticos. Llamados “créations” por el propio artista. Por lo general eran de gran formato. Destacan: “La guerra”, que causó una fuerte impresión en el Salón de los Independientes de 1894, y “La encantadora de serpientes” que fascinará, años después, a los surrealistas.
• La vida cotidiana de la pequeña burguesía parisina.
• Los retratos.
• La selva, las frondosas junglas. Sus cuadros más significativos. En ellos, Rousseau despliega todo su talento colorista. Sin embargo, él nunca salió de Francia. Su inspiración procedía de los libros y de los jardines botánicos.
“Cuando me introduzco en los invernaderos de cristal y veo las extrañas plantas de tierras exóticas, tengo la sensación de entrar en un sueño”.
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