CONFINADOS
Dos microrrelatos que inciden en las sensaciones y miedos del encierro físico, y en la conmoción psíquica que representa.
OFICINA Y CAÑA
En mi oficina del quinto piso, los gritos llegan amortiguados. Veinticuatro horas antes, a las diez de la mañana, se había desatado el caos: los teléfonos se silenciaron, internet cayó y la luz se fue. A las once, más de trescientas personas, reunidas en el vestíbulo, entraron en pánico. A ambos lados de la calle, se habían colocado cercas de alambre electrificado, y tras ellas, cientos de personas con cañas de pescar prevenidas. Los primeros que intentaron escapar, los de mantenimiento. Los quince, juntos, marcharon veloces y estoicos, sin embargo, los de las cañas lanzaron rápido y a la vez. Los anzuelos se clavaron en ropas o carnes y arrastraron cuerpos a derecha o izquierda. Electrocutados. En tantas horas transcurridas, algún que otro intrépido se embarcó en la huida, pero quedó en mera aspiración.
Ahora estoy en el vestíbulo, hemos decidido salir todos a la vez, puede que así alguno lleguemos al final de la calle. Pongo las manos sobre la cabeza y corro más que en mi vida. Los anzuelos se están clavando en mi cuerpo y desgarran la piel como si fuera mantequilla; el dolor es insoportable.
No puedo creerlo, lo he conseguido, he alcanzado la meta. Levanto la cabeza y un viejo me habla con sonrisa maliciosa:
⸺ Enhorabuena. En dos minutos todo se fundirá en negro, y el mismo día comenzará. No recordarás nada, pero hoy te has ganado elegir entre oficina o caña. Mañana te diré que, para repetir como pescador, deberás cobrar al menos diez piezas. Aunque estemos en el infierno, nos gusta que disfrutéis de alguna de vuestras aficiones.
NÚMERO CIENTO TREINTA Y SEIS
Creer que los cubos que tenía enfrente se ordenarían en escalones durante la noche, mitigó las pesadillas. La mañana llegó, miró con anhelo al ventanuco, en alto, fuera de su alcance, en constante lejanía; y después contempló las mesitas de colores, rebosantes de fruslerías y pegadas al suelo de forma indisoluble. A las nueve, el chasquido que abrió la puerta de su habitación, dio arranque al mal sueño del martes.
Si te interesa mi trabajo, ponte en contacto conmigo