La Línea en la pintura

AJUSTES

Tu habitación está desnuda, tú también. Alarmada, corres de una sala a otra, de la planta baja al desván. Y yo detrás de ti. ¡Ha desaparecido todo!, vociferas, y reclamas la presencia de tu doncella. Un espejo señorial avanza hacia ti y la mujer que viene dentro te mira enojada. Estudiándola, susurras: “Qué desfachatez presentarse desnuda”, “Tan vieja y ese maquillaje carnavalesco; inaceptable”. Y le gritas que mamá la despedirá esta misma mañana. Sin asistentes en la casa durante casi sesenta años, los improperios suenan huecos.
De vuelta las dos en tu cuarto, me sirvo una copa de brandy y todo el aliento retenido calienta mis manos que, como alquimistas, lanzan al aire aromas de café y ciruelas. Mientras ellos llenan la estancia, rescatando ecos, soleados y festivos, de padre y sus habanos, reconfortada, sonrío. Tan abandonadas las dos…, tan viejas…, y yo tan sola…, pero te digo, hermana, que todo va a cambiar.
Y ahora te contaré que te creo, que es verdad que se escuchan melodías dulces en el cuarto de nuestros padres al anochecer; a mí también me ayudarán a dormir.
Y a partir de hoy acepto que los cuentos de buenas noches que me narras te los susurra el abuelo sentado a los pies de tu cama.
Y es que debo confesarte que estos últimos días he visto circular por la casa a gran parte de la familia; incluso la bisabuela cocinó el martes para mí.
Es cuestión de tiempo. Unos cuantos ajustes más en mi cabeza y caminaré contigo hacia la utopía.

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