La Línea en la pintura

LA ESCALERA CALLADA

En un punto de la calle oscura que encontré al dar la esquina, me perdí. En ella sigo. Hace años de aquello, pero cada día regreso a la entrada de mi calle y asomo la cabeza intentando vislumbrar lo que ya he olvidado.
La escalera aún está ahí. Recuerdo lo que pensé el primer día que me encaramé a sus peldaños, solo a cuatro o cinco. Me comía el mundo al inhalar el remolino de colores y líneas curvas, mi garganta masticaba los hilos que, aunque podían estrangularla, exhalaban promesas de cereza y almíbares.
Pero me bajé antes de tiempo.

DOS AGUAMARINAS

Estaba sentada en una seta roja, cuando una pequeña oruga se subió a sus pies. Sorteando los cordones azules de sus zapatos, pasó de la tela a su piel, y las cosquillas que le produjo le hicieron olvidar por un instante la tormenta interior que le angustiaba.
Y sonrió.
Y una gota de lluvia cayó sobre su nariz. No iba a ser la única, así que con cuidado cogió a la oruga y, bajándose de la seta, la puso a buen recaudo bajo esta.

Bien, pensó, es hora de hablar con todos.

Caminó despacio con la lluvia.
Abrió los brazos al cielo, y dejó que el agua empapara su pelo negro, hasta que los brillos que de él nacían fueron llamando con gritos agudos a los pájaros, a las mariposas, a sus hermanas.
Mientras silbaba bajito, para que su música llegara al subsuelo y las hormigas dejaran sus quehaceres y la siguieran, bailó de puntillas sobre las hojas secas.
Observó su entorno, deslizándose, rodeada de notas y ruidos, y vio que pequeño se estaba quedando su mundo.
Entonces desplegó sus alas, y voló hasta la rama baja de un árbol. Allí, sentada, esperó a que sus hermanas llegaran, y a que todos los habitantes del bosque que la habían seguido guardaran silencio.

Se puso en pié, y habló:

─ Durante siglos hemos vivido en este bosque, cuidamos y protegemos su naturaleza. Formamos parte de los sueños de los niños, y entonamos las canciones que ellos susurran en sus juegos. Vestimos sus sonrisas con carcajadas que cosemos con los hilos de nuestras alas. Pero ahora estamos acorralados, mi mundo, vuestro mundo, se diluye. El muro, que el hombre nos construye alrededor, cada vez es más alto.
Están dejando de oírnos, de sentirnos. La tierra grita, el cielo desgarra las nubes con lágrimas de metal que ensucian el agua, y entonces, ahora sí, el dios del mar se enfurece.

Entre su público, palabras de asentimiento y gestos de preocupación. Algunas voces se elevaron con chillidos de miedo; otras se ahogaron en balbuceos, rotos por los destellos de los ojos de aquellos que más temían al dios del mar.

─ ¿Qué podemos hacer Tiana? Preguntaron sus hermanas.
─ Solo puedo pensar en una cosa. Desde siempre, las hadas de este bosque hemos tenido en nuestras manos dos piedras, dos aguamarinas tan primitivas como el sol. Las conocéis, están suspendidas en el mismo viento que nos traslada de un mundo a otro, nos traen la luz, armonizan y cuidan nuestro entorno.
Creo que ha llegado el momento de que ambas crucen el muro de los hombres. Buscaremos un ser de luz que, con la fuerza del azul brillante de las dos gemas, aúne los dos mundos; un ser de luz, cuya sensibilidad derribe toda barrera y calme la furia del dios del mar.

Y así lo hicieron.

Si te interesa mi trabajo, ponte en contacto conmigo