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EL COMIENZO

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EL COMIENZO

Desde el primer momento, supe que lo que debía hacer podría no gustarle a Cuqui. Sin embargo, es necesario.

Allá voy. Detrás del telón, Cuqui siente una parálisis general recorriendo su menudo cuerpo; no lo entiende porque está tranquila, después de todo es solo un ensayo. ″Si esto sucede ahora, ¿qué pasará el día del estreno?″, piensa, sin saber que yo soy la responsable de su situación. Sobre el escenario, Tino grita a todo pulmón:
⸺ ¡Eso va bueno! ¡Eso va bueno! ¡Anda con ella, que se derrite en tus brazos! ¡Ahí le tienes, muchacha, ahí le tienes, que ya no es hombre ni ná!

Después de un tenso silencio, Tino busca con la mirada a Cuqui. Ella debía estar allí. En la obra, interpretan a marido y mujer, y en ese preciso instante, el personaje de Cuqui, Severiana, debería mandarle callar. Tino pide al resto de compañeros que continúen sin él y sale del escenario.

Los observo desde mi escondite, sabiendo que ellos son la clave. ¡Lo logré! Los dos están solos ante la puerta que he construido para los tres.
Tino, preocupado, sugiere a Cuqui salir a la calle a tomar un poco de aire. Abren mi puerta y dan el primer paso, y yo los sigo. Ahora están en mi mundo, un universo paralelo al suyo, necesitado de refuerzo.
Sus rostros reflejan estupor, pero aquí estoy yo, para presentarles mi hogar. Y ahora sí que pueden verme, bueno, vernos, porque somos muchos.

⸺ Pe-pero… ¿Qué significa esto? ⸺ tartamudea Tino, mientras Cuqui abre sus hermosos ojos azules como platos.
Ambos miran asustados mi delgada figura de niña de doce años contados, mientras recorren con la vista las extensas llanuras que los rodean.
⸺ Bienvenidos a nuestra casa. No os preocupéis, regresaréis pronto. Necesitamos ayuda y el anciano os ha elegido para ello ⸺ les digo.
⸺ ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Dónde estamos? ⸺ pregunta Cuqui.

Encojo los hombros. La verdad es que nuestro mundo es tan joven que aún no tiene nombre, y en cuanto al viaje, es mejor que le pregunten al anciano. Los números son cosa suya.
Les indico que me acompañen y caminamos en silencio por el suelo caliente hacia mi hogar y mi gente. Pero es un silencio tan ruidoso el que provocan sus cavilaciones, que me pinta, en rojo carmín, una sonrisa en mi rostro.
Ya nos abrazan las angostas calles de tierra quemada. Ellas, que dibujan intrincados laberintos al esquivar las moradas que nos resguardan, nos llevarán a la cámara del viejo.
⸺ Vuestras casas parecen respirar y latir con vida propia ⸺ comenta Tino.
⸺ Es el calor. Nuestros soles son ardientes. Y también nos mueven las corrientes de agua, los ríos discurren a dos palmos bajo tierra ⸺ les explico.
⸺ Sol y agua. ¿Y los árboles y las plantas? ⸺ pregunta Cuqui.
No contesto; sigo caminando. Será el anciano quien hable.

Los ojos del anciano ríen. Los demás viejos dormitan sobre mantas de viaje, ajadas después de años de haber concluido ya su éxodo.
⸺ Celebramos vuestra llegada. Cuando emprendimos la búsqueda, vosotros dos, juntos, proyectabais una gran luz. Desde el principio ⸺ dice el anciano.
⸺ ¿La búsqueda? ⸺ preguntan al unísono Cuqui y Tino sin entender nada.
⸺ Somos las primeras y únicas generaciones en un mundo recién nacido ⸺ explica el anciano señalándonos a todos ⸺ Como veis solo quedamos viejos y niños. Siempre hemos sido nómadas, pero ahora los viejos necesitamos un lugar para asentarnos y morir. Y cuando los muertos se establecen, se crea hogar. Por todo ello, hace unos años las mujeres y los hombres siguieron el camino con la intención de encontrar un sitio perfecto para todos. No regresaron. Así que aquí está nuestro punto final y nuestro principio.
⸺ Y nosotros hemos venido para ayudar ⸺ afirma Cuqui con una sonrisa.
⸺ Vosotros sois herederos de vaqueiros de alzada y de mineros, de guardianes de paraísos y entornos naturales, de espíritus solidarios. ¿Sabéis? Con nosotros llevamos semillas recolectadas durante decenas de años y bajo nuestros pies el agua ansía bañar árboles y plantas y manar de pozos. Sin embargo, los ancianos necesitamos cuidados, y los niños directrices y modelos para realizar el trabajo.

Un paraíso. Un vergel. Es en lo que se ha convertido mi mundo. Cuqui y Tino hace años que regresaron a su casa. Mientras vivieron con nosotros, sé que fueron felices. Ella pasaba tiempo con el anciano y aprendió de números (creo que incluso averiguó como construí la puerta); él organizaba carreras y juegos con nosotros y nos hizo poderosos. Entre los dos, y con nuestra ayuda, plantaron árboles, alrededor de los cuales crecieron otros. Entre los dos, y con nuestra ayuda, dieron vida a nuevos alimentos que atrajeron a animales lejanos. Entre los dos, y con nuestra ayuda, dulcificaron los finales de quienes nos asientan aquí para siempre.

De vez en cuando utilizo la puerta que me lleva hasta ellos, la misma por la que volvieron a “La verbena de la Paloma” como si no hubieran pasado más de diez minutos. Ahora tienen alguna arruga, de tanto reír, supongo. Han hecho en su mundo lo mismo que hicieron en el mío, incluso han colgado en sus paredes algunas de las primeras plantas que nacieron libres en mi hogar.

DETALLES

TÉCNICA
Óleo
54 x 65 cm